Ayer me encontré en la gasolinera una Curruca macho traspuesta en el suelo sin poder moverse, se había golpeado contra el cristal, lo recogí y lo llevé a casa, lo inspeccioné q no tuviese heridas y le revisé las alas y las patas, una de ellas
le dolía pero no la tenía rota, lo metí en una cajita abierta con una toalla lo acurruqué y
lo deje descansar en el salón en un rincón a oscuras, a las 2 horas parecía
algo más espabilado y lo saqué a la terraza, le dejé la toalla pero eliminé la
caja por si quería irse que lo pudiera hacer sin impedimentos. Al cabo de otras
2 horas me asomé y allí seguía, me acerqué le empecé a piar y cuál fue mi
sorpresa que ya estaba recuperado y me dio la alegría de verle salir volando hacia
los árboles de enfrente, los de la iglesia.
Lo que son las cosas, hará una semana echaba de
menos el tacto suave de las plumas, de tener un pajarillo entre mis manos, pues cuando era niña me crié rodeada de
ellos ya que mi padre los traía del campo y siempre me daba uno para mí, para q
lo cuidara con las alas embaretadas para q no se fuese. Unos días después el
universo me concede el deseo de tener uno y sentir aquella
sensación única de felicidad inmensa de cuando era niña.
Gracias, gracias, gracias universo por concederme lo que te pido.
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